En la Región de Coquimbo, cada vez más personas están dando el primer paso en el mundo del baile. La salsa, con su ritmo contagioso y su energía vibrante, ha experimentado un auge notable, llevando a distintas academias como «Tiempo y Clave» a recibir a nuevos alumnos ansiosos por aprender. Más allá de ser un pasatiempo, el baile se ha convertido en una herramienta de desarrollo personal y social, fomentando la confianza, la actividad física y la diversión.
En conversación con #EsHoy, Billy Michael, director y profesor de la Academia Tiempo y Clave, explica que no es necesario tener habilidades innatas para aprender a bailar salsa. «Lo primordial son las ganas, el interés y el entusiasmo. Muchas personas dicen que quieren bailar, pero no se motivan a ir a las clases. Lo más importante es dar el primer paso», afirma el instructor, quien lleva más de 13 años enseñando salsa cubana y otros estilos afrocubanos.
Para quienes sienten que tienen «dos pies izquierdos», Michael señala que el proceso de aprendizaje es progresivo. «Nos encargamos de enseñar los pasos básicos y, poco a poco, ayudamos a que los alumnos disocien su cuerpo, integrando manos y técnicas hasta que se sientan más cómodos bailando», explica.
Historias de transformación: de la timidez a la pista de baile
Bárbara de la Fuente, ingeniera comercial, coach y viajera, es una de las alumnas que ha encontrado en la salsa una forma de crecimiento personal. «Siempre me llamó la atención la salsa, pero no me atrevía a bailarla”. Hoy, tras casi un año de clases, Bárbara confiesa que “el baile me ha hecho crecer y darme cuenta de que si puedo atreverme a ir a una clase de salsa, o si puedo atreverme a salir a bailar en un social, puedo atreverme a otras grandes cosas en mi vida”.
La también emprendedora nos cuenta que disfruta de cada sesión, conociendo personas y fortaleciendo su confianza. “Aprender algo nuevo nos da vida, nos alegra el corazón. Yo estaba pasando por un proceso difícil el año pasado y me sentía muy desanimada, pero la salsa me devolvió la alegría de vivir y me cambió la vida”, asegura.
Por su parte, Felipe Díaz Ponce, enfermero de 29 años, explica a #EsHoy que el interés por la salsa surgió por una razón diferente: compartir con su pareja. “Mi polola baila salsa desde hace muchos años, así que quería compartir conmigo y llevarme a bailar a la salsoteca. Pero me cohibía porque el nivel era muy bueno. Entonces pensé que, si quería acompañarla en sus gustos, debía aprender. Así que ella me llevó a su academia para empezar con el curso básico, y de a poco le fui agarrando el gusto. En este primer mes de clases, ya sé un poco más y aprendo a disfrutarlo desde lo más básico.»
Aunque al principio le costó adaptarse al ritmo, reconoce que cada clase es un avance. «Lo importante es no desanimarse y seguir practicando. Ojalá sea en una academia que sean clases semana a semana para que sea ordenado y se vea el progreso”, aconseja el funcionario de la salud.
Más que baile: una experiencia de vida
El baile no solo es una actividad recreativa, sino que también aporta beneficios físicos y emocionales. “Nos olvidamos de los problemas, nos distraemos y aprendemos en un ambiente familiar. Además, permite conocer nuevas personas y ampliar círculos sociales”, destaca Billy Michael.
Para aquellos que aún dudan en dar el primer paso, el mensaje es claro: no hay que esperar a «tener talento» o «sentirse listo». Como dice Bárbara, «el único riesgo es volverte adicto y no querer dejar de bailar».
Con múltiples academias y eventos en la región, la salsa sigue creciendo como un espacio de expresión, disfrute y conexión entre las personas. Así que si alguna vez has sentido curiosidad, este puede ser el momento perfecto para descubrir un mundo lleno de ritmo, alegría y comunidad