Las abundantes precipitaciones registradas durante el 13 y 14 de junio, representan un alivio para la Región de Coquimbo. Sin embargo, se necesitan muchos años lluviosos para salir de la sequía y para que los embalses almacenen una cantidad de agua que asegure el vital elemento para la zona.
Desde el Centro Científico CEAZA destacan que la Región de Coquimbo experimenta un complejo escenario de escasez hídrica, que no se revierte con las últimas precipitaciones. “La desertificación es un proceso de largo plazo caracterizado por un déficit de precipitación sostenido en el tiempo en una región. Este proceso es de tal magnitud, que el paisaje y el uso de suelo se ha visto modificado por la falta de precipitaciones, obligando a los habitantes de dicha región a adaptarse a la nueva oferta hídrica, entendida como la cantidad de agua aprovechable para su uso”, explica Cristian Muñoz, modelador estadístico de geociencias del CEAZA.
Claudio Vásquez, gerente corporativo del CEAZA enfatiza que “como región debemos definir y consensuar una visión de largo plazo sobre nuestro territorio, y tomar decisiones basadas en evidencia. Sin bien, las precipitaciones recibidas en las últimas semanas ayudan a superar la agonía para muchos, la realidad es que la Región de Coquimbo desde hace años vive un proceso de desertificación desde el norte y avanzando al sur, lo que debe hacernos repensar la estructura productiva de la región y planificar nuestro territorio resiliente a la variabilidad del ambiente y al cambio climático. De esta manera podremos hacer de la Región de Coquimbo, una región sustentable”.
Embalses
Los porcentajes de agua embalsada luego de las últimas precipitaciones reflejan que aún el recurso hídrico es escaso en la Región de Coquimbo. La Dirección General de Aguas publicó los porcentajes de agua embalsada registrados antes (10 de junio) y después del último evento de precipitaciones (17 de junio) y su reporte indica que el embalse Puclaro pasó de tener un 7% a un 8%, La Laguna conservó un 9%, La Paloma subió desde un 1% a un 3%, el Cogotí subió de 0% a 7%, El Bato de 26% a 28% y Corrales de un 32% a un 43%, por citar algunos ejemplos.
Según información de la DGA, en el último evento se registraron 3.9 mm en el embalse La Laguna, 66.6 mm en el embalse Recoleta y 81.7 mm en el embalse La Paloma. Cristian Muñoz, investigador del CEAZA detalla que “esto se tradujo en que el evento aportó 0.2 millones de metros cúbicos al embalse La Laguna, 3.9 millones de metros cúbicos al embalse Recoleta, y 12.3 millones de metros cúbicos al embalse La Paloma. Dada la capacidad total y uso del agua de los embalses, y el bajo nivel que mostraban antes del evento, es que la variación en términos de agua embalsada respecto a la capacidad total no terminó siendo significativa, particularmente en las provincias de Limarí y Elqui, en donde el agua embalsada tras este evento suele variar entre 3 y 9% de la capacidad total de cada uno. En cambio, en la provincia de Choapa los embalses El Bato y Corrales terminaron con un 28% y 43% de su capacidad total respectivamente, lo que se explica por su menor capacidad respecto a los embalses de las otras provincias”.
En relación al aporte de las precipitaciones a los embalses, Carlos Olavarría, director ejecutivo del Centro Científico CEAZA destaca que “no hay un efecto inmediato en el aumento de los embalses, hay que esperar el aporte de la nieve una vez que comiencen los deshielos durante la primavera y verano, es ahí cuando podemos tener una idea del efecto de las precipitaciones en los embalses. Estas precipitaciones han sido un alivio y creo que estamos todos contentos con esto, pero de todas maneras necesitamos mantener el foco en que la situación de desertificación y sequía que tenemos en la Región de Coquimbo no ha cambiado, este panorama se sigue manteniendo a pesar de que estamos en un superávit si comparamos las precipitaciones que llevamos hasta la fecha con un año normal. Por lo tanto, debemos mantener nuestros esfuerzos y seguir trabajando para asegurar la disponibilidad de agua. En nuestro caso, desde CEAZA seguimos trabajando a través de nuestras líneas de investigación para seguir monitoreando las condiciones meteorológicas y climáticas, y de esta manera generar información que brinde un apoyo para tomar decisiones que permitan crear políticas públicas que aseguren el agua a largo plazo para todos los sectores de la sociedad”.