El sueño, ese reparador descanso que debería ser un aliado constante para nuestra salud, se ha convertido en un desafío creciente en la sociedad moderna. Desde el estudiante que estudia hasta las 4 de la mañana, hasta el trabajador que no puede apagar su mente luego de un largo día de labores, el insomnio no hace distinciones.
Así lo advierte Guido Contreras Díaz, Académico de Kinesiología en la Universidad San Sebastián, quien señala que «el uso extendido de dispositivos electrónicos antes de dormir y el abuso de fármacos para conciliar el sueño, han contribuido a empeorar esta situación, afectando no sólo la vida familiar, sino también el rendimiento laboral de muchas personas».
Los efectos del insomnio no se limitan a una noche de sueño perdido. Pueden tener un impacto profundo en el estado de ánimo, la concentración, la memoria e incluso aumentar el riesgo de accidentes. Por ello, el Doctor en Biomedicina subraya la importancia de abordar este problema con estrategias tanto farmacológicas como no farmacológicas.
«La farmacoterapia puede ser útil a corto plazo, pues su uso prologando conlleva riesgos debido a posibles efectos secundarios. El ejercicio físico como medida no farmacológica resulta excelente para mejorar la calidad del sueño», advierte el académico.
Un estudio reciente publicado en una revista española especializada en geriatría y gerontología respalda esta afirmación, ofreciendo recomendaciones específicas sobre el potencial del ejercicio aeróbico y de fuerza muscular.
Además, Contreras sugiere intervenciones complementarias como pilates, yoga y tai chi, que han demostrado beneficios adicionales para promover un buen dormir. El especialista en esfático en recomendar «menos fármacos y más movimiento. Incorporar hábitos de ejercicio físico adecuados puede ser una herramienta poderosa para mejorar nuestra calidad del sueño y, en última instancia, promover un mayor bienestar general en la población adulta nacional».