Expertos advierten sobre la llegada inminente del fenómeno climático La Niña y su probable repercusión en el clima de Chile, especialmente en la zona central, donde persiste una megasequía desde hace más de diez años.

La Niña, caracterizada por el enfriamiento de las aguas del océano Pacífico ecuatorial, se vincula con una disminución de las precipitaciones en el país, lo que podría agravar la escasez de agua y afectar sectores clave como la agricultura, la generación hidroeléctrica y la biodiversidad.

Este fenómeno podría manifestarse en el segundo semestre del año, tras el debilitamiento de El Niño, que actualmente está en curso y suele tener efectos opuestos. Algunos modelos climáticos sugieren que La Niña podría prolongarse hasta por tres años, en contraste con El Niño, que generalmente dura solo uno.

El reciente verano meteorológico en Santiago y la zona central fue uno de los más calurosos jamás registrados, con temperaturas que superaron los 35°C en varios días consecutivos. El inicio del otoño meteorológico, marcado por temperaturas en torno a los 30°C, indica que el primer semestre del año seguirá influenciado por El Niño y el calentamiento global, aunque se espera que El Niño se desvanezca durante el próximo trimestre, según la Agencia Norteamericana de la Atmósfera y el Océano (NOAA).

El climatólogo Raúl Cordero, de la Universidad de Santiago, señaló a La Tercera que la NOAA estima un 55% de probabilidades de que La Niña se desarrolle en la segunda mitad del año, lo que podría moderar las temperaturas y reducir las anomalías climáticas observadas en la primera mitad del año.

Sin embargo, la transición entre El Niño y La Niña podría no ser inmediata, dependiendo de la evolución de la temperatura del mar en el Pacífico tropical. Si La Niña se inicia en invierno, se reducirían las posibilidades de lluvia para el resto del año, según los especialistas.

Ante el posible retorno de condiciones de megasequía, que solo se aliviaron levemente el año pasado con algunas lluvias, se recomienda tomar medidas de adaptación y mitigación, como el uso eficiente del agua, la diversificación de las fuentes de energía y la protección de los ecosistemas.