Detrás de cada conflicto de pareja hay una emoción y detrás de cada emoción hay un niño herido que está necesitando amor.
Por: Daniela Martín – Psicóloga & Coach
La escultura presente en la imagen se llama “Love”, y fue creada por Alexander Milov. Esta representa la expresión externa e interna de una pareja en conflicto. Como pueden ver, la pareja es reflejada por jaulas de metal que chocan espalda contra espalda, evidenciando un profundo malestar entre ellos. En el interior de las jaulas, se encuentran dos niños iluminados que desean acercarse el uno al otro. A medida que el día se oscurece, estos niños se iluminan más, lo que, según el autor, simboliza la pureza y sinceridad que une a la gente y brinda la oportunidad de arreglar las cosas en momentos difíciles.
Ahora les contaré lo que yo logro ver en esta escultura: Las partes de metal representan los escudos bajo los cuales los adultos nos escondemos; es nuestra defensividad, nuestras miles de estrategias para ocultar nuestra vulnerabilidad. Para mí, ese niño interno es nuestra vulnerabilidad, nuestra parte más auténtica, más rica y llena de potencial, que se siente encerrada bajo llave, silenciada y reprimida (y muchas veces nos susurra despacio su aliento, sus deseos y anhelos). Sin embargo, nuestro adulto no quiere sentirse tan expuesto por miedo a ser dañado, a sufrir, a ser abandonado o rechazado. Nuestro niño interno solo anhela todo lo que implica amor; anhela conexión, seguridad, protección, cuidado, sentirse importante y valioso, anhela ser visto.
¿Y qué sucede en nuestras relaciones de pareja? Las relaciones de parejas son un terreno muy vulnerable porque es un espacio muy íntimo donde, quieras o no, tu cerebro se prepara para depender del otro. Biológicamente, tu pareja pasa a regular tu sistema nervioso. Por lo tanto, cuando tu cerebro detecta una amenaza que puede poner en peligro la relación, se activan con mucha fuerza nuestros escudos defensivos, ocultando al pequeño interno que grita: «Quiero estar cerca de ti», «Tengo miedo de que me abandones”, «Tengo miedo de no ser suficiente para ti», «Quiero que me des más amor». Todo esto ocurre a nivel inconsciente, y todos estos gritos se camuflan bajo la rabia, las quejas y las críticas hacia tu pareja, o bajo el distanciamiento y la indiferencia. Se esconden para no sentir tanto dolor, por temor a ser rechazados o abandonados. Sin embargo, lo que los adultos no saben es que, si escucharan ese pequeño interno que grita su anhelo y lo expresara así, sin máscaras, sin defensividad, las peleas cesarían. Tu pareja podría entenderte, sintonizar contigo al igual que esos pequeños iluminados de la foto que se unen, se acercan y se entienden. Porque la vulnerabilidad es luz, la vulnerabilidad nos ACERCA, nos permite ver al otro, empatizar y responder de manera sintonizada al saber con claridad su necesidad. En cambio, los escudos nos ALEJAN, porque la reactividad y defensividad impiden conectar, impiden que el otro te vea y entienda y, por el contrario, activa su propio escudo, reactividad y defensividad. Esto los lleva a una rueda de hámster donde no logran ver la salida.
Así somos hasta que tomamos conciencia y trabajamos en ir quitando cada vez más esa máscara, ese escudo, e ir liberando a nuestro pequeño, a nuestra luz. Ella nos guía, nos permite sentir para expresar y generar cambios, no para reprimir y generar caos.
Si se identifican con esta escultura y desean saber cómo sanar, cómo derribar ese ciclo que atenta contra la relación, los invito a visitar mi Instagram: @ps.danielamartin, allí pueden encontrar recursos e información para comenzar a ponerse en marcha y derribar sus metales, sus escudos, su defensividad, para lograr recuperar a ese niño interno, esa luz, esa autenticidad, que les permitirá verse, entenderse y conectar como pareja.