Bebidas azucaradas, golosinas, azúcar, procesados, frituras, galletas y entre otros han pasado a ocupar gran parte de la dieta diaria de muchos chilenos. Aspecto que se acentuó en la pandemia y tendría como consecuencia afecciones como diabetes e hipertensión.
Según la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA) del 2010-2011, un 94,7% de la población presenta una “alimentación no saludable”, con un alto consumo de bebidas azucaradas y dulces, y un consumo de frutas, verduras, pescados y legumbres que no alcanza para cumplir recomendaciones para una dieta saludable.
Para la académica de la Escuela de Nutrición y Dietética UNAB, Fabiola Romero, el efecto pandemia propició también el consumo de productos no saludables, como pizza, galletas, pastas, bebidas y golosinas. Además, han relacionado un aumento en la ingesta condicionado por la ansiedad y comer por aburrimiento.
Otro punto importante que señala la nutricionista es el incremento de consumo de productos ultra procesados que, al ser más prácticos, junto con mayor durabilidad por el alto contenido de preservantes y conservantes, además del marketing asociado, acentúan el consumo de alimentos altamente energéticos con bajo aporte de vitaminas.
¿Qué comen los chilenos?
De acuerdo al estudio “Radiografía de la alimentación en Chile”, encargado por Elige Vivir Sano (2021), los chilenos consumen mensualmente cerca de 7,1 litros de bebidas; 5,3 kg de pan; 1,5 kg de golosinas, versus 4,2 kilos de verdura; 3,2 kg de frutas y solo 212 gramos de legumbres.
“Por otra parte, el nivel socioeconómico (NSE), nivel educacional y la inflación condicionan la elección y posterior compra de ingredientes o alimentos” explica Romero sobre la tendencia alimentaria en el país.
“En los NSE más bajos se observa una peor calidad de la dieta, destacando un mayor consumo de cereales de desayuno, aceites/grasas, azúcar de mesa, bebidas azucaradas y un menor consumo de frutas, lácteos bajos en grasa y pescado” añade.
Enfermedades y alimentación
Romero indica que existen distintas enfermedades asociadas a la conducta alimentaria de la población. Pone énfasis en que nuestro estado nutricional está condicionado por distintos factores, como los requerimientos energéticos, la actividad física (86,7% de los chilenos es sedentario) y su relación con la ingesta alimentaria.
“Si nuestra ingesta energética es inadecuada, dará como resultado una ganancia de masa corporal, que se traducirá en una malnutrición por exceso: sobrepeso u obesidad” agrega.
Según datos de la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, la obesidad alcanza valores de 34,4% en los chilenos y chilenas mayores de 15 años. Condición que se ve acentuada en personas con menor nivel educacional, pues quienes tienen menos de ocho años de estudio alcanzan una prevalencia de 43,2%.
“La obesidad en particular produce trastornos metabólicos de relevancia, lo que condiciona la aparición de patologías crónicas como diabetes, hipertensión arterial, dislipidemia y algunos trastornos de la conducta alimentaria” advierte Romero.
Futuro alimentario
Para la profesional la alfabetización nutricional es clave desde la infancia hasta la adultez mayor para paliar esta problemática. Señala también que a pesar de existir un Reglamento Sanitario de los Alimentos (RSA decreto 977) y una ley de etiquetado nutricional aún falta mucho por hacer.
“Se hace imperativo la comprensión de las guías alimentarias poblaciones, el conocimiento de las fuentes de macronutrientes en los alimentos, la identificación de las porciones recomendadas, la capacidad de clasificar los alimentos por categoría nutricional y la capacidad de comparar los productos de la industria alimentaria para elegir los más saludables” sostiene.
Estos conocimientos nutricionales influirían directamente en la selección, preparación y consumo alimentario, que según Romero, se traducirá en la adopción de una dieta saludable.
Por otro lado, al ser una enfermedad multifactorial, la obesidad debe combatirse a través de múltiples herramientas junto con la creación de más políticas públicas, sin embargo, la académica hace incapié en la necesidad de crear consciencia de que “nuestro organismo y su funcionamiento es el producto de nuestras decisiones en cuanto a lo que elegimos para alimentarnos, si somos activos físicamente y si cultivamos nuestra salud mental”.
“Debemos integrar nuestro “comer consciente”, nuestra elección y nuestra motivación a nutrirnos y auto cuidarnos, para contribuir a tener un estado nutricional óptimo” concluye.