Académica de Psicología Advance de la Universidad San Sebastián explica el diagnóstico y tratamiento de la agorafobia, un trastorno de la ansiedad que es cada vez más común en la población.
Gabriela ha sufrido toda su vida de ansiedad. A sus 35 años, cuando debió confinarse por la pandemia, extremó todas las medidas de seguridad en su hogar para no contagiarse, y le costó mucho volver a salir a la calle. Al regresar a la presencialidad en el colegio donde trabaja, comenzó a vivenciar ciertas crisis: “Me daba una sensación de angustia y taquicardia, pensaba que me iba a morir”, dice.
Cuando buscó ayuda, el psicólogo le diagnosticó agorafobia: un trastorno psiquiátrico que está en el rango de los trastornos de ansiedad, y alude a un temor intenso a ciertos lugares, donde la persona se siente vulnerable y con dificultad de escapar, y donde tiene tendencia a sufrir una crisis de pánico o cree que quedará en vergüenza por alguna situación anticipatoria, como pensar que se pueden orinar o vomitar frente a la multitud.
El término agorafobia fue acuñado por el neurólogo y psiquiatra alemán Carl Westphal en 1872. Su origen deriva de las palabras griegas “agora”, que significa plaza, y “phobos”, un temor intenso a ciertas situaciones u objetos.
La psicóloga clínica Paulina Estay, académica de Psicología Advance de la Universidad San Sebastián explica que se han definido ciertos lugares en los cuales las personas podrían sentir ese miedo, pueden ser espacios públicos abiertos (plazas, calles, etc.), cerrados (malls, cines, etc) o con mucha aglomeración (conciertos, etc). “En lo distintivo, son lugares en los que la persona que padece agorafobia se siente fuera de control, con dificultad de poder escapar, con mucha ansiedad, angustia y una sensación de no disponer de ayuda”.
Las personas con agorafobia pueden llegar a experimentar crisis de pánico, momentos de ansiedad extrema que se manifiesta a través de diferentes síntomas, como taquicardia, sudoración, temblor, sensación de falta de aire, presión en el pecho, molestias intestinales, náuseas, mareo, sensación de desmayo inminente, cambios de temperatura, hormigueos y, por último, miedo a perder el control o incluso a morir.
Prevalencia
Dentro de los trastornos de ansiedad, la agorafobia es uno de los que mayor prevalencia tiene en la población, afectando mayormente a las mujeres. Sus causas pueden tener relación con singularidades histórico-biográficas de cada persona, pero también puede haber situaciones contextuales que desencadenan cuadros de esta esfera: situaciones de alta incertidumbre como una pandemia, crisis sociales, políticas y/o económicas.
“Actualmente el mundo está con la pandemia, la guerra en Ucrania y otras crisis que desestabilizan no sólo a los países, sino que las confianzas respecto de las autoridades e instituciones y eso genera alta incertidumbre en la población, lo que podría llevar a trastornos de la esfera ansiosa, como la agorafobia”, dice Estay.
La especialista comenta que, según ha conversado con otros psicólogos, durante la pandemia se generó que “algunos pacientes, producto del miedo al contagio, evitaban activamente ciertos lugares de exposición y desarrollaron trastornos de ansiedad”.
Si bien no existen datos actualizados en Chile, estudios previos a la pandemia constatan una prevalencia que alcanza el 6% de la población. En Estados Unidos, las consultas por agorafobia han aumentado cerca de un 15% tras la pandemia, mientras en España algunos medios aseguran que el incremento es de un 30%.
Diagnóstico y tratamiento de la agorafobia
Según indica Estay, las personas que sufren agorafobia “o bien no se exponen a esos lugares o, si es que se exponen, van con un acompañante, alguien que los podría ayudar en caso de sentirse muy ansiosos o angustiados”. Esto les genera dependencia, pero a la vez es una de las principales recomendaciones para las personas que están afectadas por este trastorno, para atreverse a salir. Además de asistir sesiones de psicoterapia, que permitan al paciente obtener herramientas para el manejo o control de este temor.
“Hay personas que tienen agorafobia y hay que buscar de manera súper minuciosa qué fue lo que pudo haber causado, y esto puede ir desde una sensación o una palabra que dijo alguien, hasta situaciones de naturaleza muy estresante o traumática, como haber vivido una crisis de pánico en alguno de esos lugares”. Hay pacientes que tienen temor a usar el transporte público, o incluso algunos evitan acudir a su lugar de trabajo, lo que puede resultar muy invalidante.
En ese sentido, la académica explica que el tratamiento dependerá del nivel de la severidad de la agorafobia y en cuánto afecta al estilo de vida de la persona; si es muy inhabilitante o no, lo podrá determinar el paciente junto con el psicólogo, quien confirmará la necesidad de propiciar psicoterapia o si se justifica un eventual tratamiento psiquiátrico con fármacos, que le permita tener un estilo de vida saludable.
De todas maneras, para quienes pueden sobrellevar esta fobia, se pueden aplicar ciertas herramientas en pos de mejorar la calidad de vida. Hacer ejercicio, comer saludablemente, tener una buena red de apoyo y mantener rutinas estables puede aliviar la agorafobia, “pero a veces eso no la alivia del todo sino que la deja encapsulada, como en un paréntesis. Por lo tanto, a mí me parece que si el paciente habiendo realizado otras técnicas de vida saludable, continúa con la angustia intensa que supone la agorafobia, es importante que solicite ayuda psicoterapéutica”, advierte la académica.