Especialistas plantean la necesidad de generar acuerdos para el uso, protección y conservación del borde costero. Actualmente una de las grandes problemáticas del sector es la gran proliferación de algas, de las cuales se retiran entre 7 a 15 toneladas diarias, las que son desechadas en el vertedero municipal.
Por: Paula Gómez y Fernanda Ubilla
En Bahía La Herradura se realizan actividades turísticas, se practican todo tipo de deportes acuáticos y la habitan más de quinientas especies de forma temporal o permanentemente, desde la superficie hasta lo profundo del mar: aves, peces, algas, crustáceos, lobos, delfines, ballenas e incluso rayas. Sin embargo, la bahía está fuertemente intervenida por las actividades económicas que se realizan en el sector; con la destrucción de los campos de dunas que se encontraban frente a la bahía, la playa está en un gran riesgo. La Constitución Política de la República de Chile en su artículo 19 inciso 8 señala que todas las personas derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación, por lo que tutelar la preservación de la naturaleza estaría en consonancia con dicha normativa y así, se conservaría un lugar de alto valor turístico, económico, histórico, cultural y, por sobre todo, natural.
El agudo chirrido de los vagones del tren que transportan mineral, las bocinas y motores de los camiones que se detienen a cargar combustible, el tránsito sin fin de cientos de vehículos que circulan por la ruta 5 Norte, el estruendo de algún barco gigantesco proveniente de otro océano que atraca en el puerto de Guayacán que deja caer con fuerza sus anclas a las profundidades, estos son algunos de los sonidos que inundan la bahía. Frente a este escenario se levanta imponente la estructura de acero y cemento que transporta hierro desde las instalaciones de la Compañía Minera del Pacífico (CMP).
Entre el confuso bullicio, se advierte el tenue sonido de las pequeñas y suaves olas que revientan entre una mezcla de arena y algas, el silbido de la brisa marina que empuja las tablas de windsurf, los graznidos de gaviotas dominicanas, pelícanos, zarapitos y cormoranes que deambulan por la efervescencia marina.
La Herradura es una pequeña bahía de aproximadamente 4 km², sus características geográficas la convierten en una de las más cerradas y protegidas de la costa nacional. En ella se concentran todas las actividades que el ser humano puede realizar en el borde costero: puertos, caletas, minería, pesquera, universidad, turismo, deportes y actividad inmobiliaria. La interacción de estas actividades económicas con el medio ambiente preocupa a los habitantes de los sectores aledaños.
Según Luis Cuello, mejor conocido como El Laucha, actualpresidente de la Asociación Gremial de Buzos y Pescadores de Caleta La Herradura, la bahía está saturada por las actividades comerciales de las grandes empresas y por la construcción de edificios en el borde costero. Observa el mar desde un container que donó CMP a los pescadores y comenta “aquí la intervención del humano ha hecho estragos Copec, Petrobras, la CMP, Pesquera Orizon, y otras empresas han ido matando nuestra playa”.
Sergio Cerda tiene 27 años, nació y fue criado en el sector. La playa es parte de su identidad, además de ser el escenario de muchas actividades en su niñez, él ha visto como todo ha cambiado “es dramático, porque uno da por hecho que nunca va a cambiar el paisaje y que siempre podríamos disfrutarlo, pero fue como de un día para otro que se vendían los terrenos, llegaban los camiones a sacar la vegetación y mover la arena de las dunas, para luego construir no sé cuántas torres de departamentos” señala. Las observaciones de Luis y Sergio son parte de una idea más generalizada entre los habitantes de la Bahía La Herradura.
En respuesta a las inquietudes de los habitantes del sector, el académico Wolfgang Stotz señala que en la bahía se mantiene una calidad razonable del medio ambiente. El profesor de ecología marina y secretario de investigaciones de la Facultad de Ciencias del Mar ubicada en Guayacán, lleva más de 40 años estudiando La Herradura y comenta “Cuando llegué aquí, en la bahía se vertían aguas residuales”, es decir, se liberaban residuos de material fecal y orina. Según el académico, la calidad del mar aumentó considerablemente desde que las aguas residuales comenzaron a ser liberadas hacia mar abierto, por el sector de La Pampilla. Sin embargo, el material orgánico que se vertió durante años fertilizó el fondo marino y propició el crecimiento incontenible de algas que siempre existieron en las rocas del fondo marino de la bahía. A largo plazo, esta situación cambiará el ecosistema y se puede convertir en una gran problemática medioambiental para La Herradura.
Sentado entre un sinfín de libros, fósiles y equipamiento de buceo, Wolfgang destaca que La Herradura es un excelente laboratorio para estudiar la posibilidad de que en una pequeña bahía como ésta, se desarrollen tantas actividades comerciales y aun así, se mantenga una buena calidad de los recursos marítimos y añade “Eso sí, el gran pecado cometido que sigue amenazando a la bahía, fue la intervención desmedida al campo de dunas que se encontraba en el espacio entre la playa y la carretera”
Frente a dicha zona existía un amplio cordón de dunas, con la función natural de ser “una reserva de arena para la playa y barrera natural de protección contra marejadas y tsunamis”, así lo explica el informe “Ecosistemas dunares de La Bahía La Herradura” realizado el año 2018 por la ONG Surgencia, con el objetivo dedesarrollar las características ecológicas y detallar las especies de flora y fauna que habitan el lugar, identificando las amenazas vinculadas a las dunas que han sido arrasadas por la industria inmobiliaria y que en la actualidad, siguen siendo intervenidas.
La oceanógrafa perteneciente al Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) y fundadora de Surgencia, María Valladares, quien también participó en el desarrollo del informe, afirma que “si se altera la duna, se está alterando todo el equilibrio del ecosistema, haciendo retroceder a la playa, hasta que eventualmente desaparezca”. María explica este sistema, señalando que “cuando hay marejadas el agua sube llevándose con ella arena de las dunas y luego, cuando la marea baja, esa arena vuelve generando nuevamente la duna”.
Wolgang Stotz, coincide con la información entregada por María Valladares y agrega que “La duna ya no existe, construyeron sobre ella e incluso se las llevaron a otras playas como Morrillos y Las Tacas”. Explica que, “al haber menos arena dando vueltas en el sistema, comienzan a aparecer las rocas y piedras del fondo marino, sobre las que crecen las algas, que después varan en la playa”.
La Asociación Gremial de Buzos y Pescadores de Caleta La Herradura es responsable de recolectar las algas que varan en el sector sur de la playa y señalan que “la proliferación de algas es problemática, estamos retirando diariamente entre 7 a 15 toneladas diarias, que son desechadas en el vertedero municipal” lo que añade otro problema
“Son cosas que ya se hicieron, es difícil recuperar las dunas, incluso es difícil cuidar las pocas que quedan” comenta Wolfgang con resignación. María, indica con tristeza la grave intervención del circuito de Motos Polett y la circulación de vehículos particulares en ese sector. Ambos destacan que es fundamental proteger lo que queda de dunas en Bahía La Herradura. Aunque reconocen que esto es muy difícil porque en Chile no existe legislación directa para la protección de dunas y, porque hay demasiadas instituciones públicas con facultades en la zona costera, entonces resulta muy difícil realizar acciones concretas para su conservación.
La destrucción de las dunas por el negocio inmobiliario es la manifestación más grave de la innegable coexistencia de diversos intereses económicos en la bahía; además, demuestra la falta de planificación y regulación en este asunto. Según los profesionales del mar, es necesario crear una institucionalidad que permita llegar a acuerdos viables para los intereses económicos y efectivos en la protección de los recursos naturales de la bahía. Proponen retomar las actividades iniciadas el año 2015 por la Comisión Regional de Uso de Borde Costero, que buscaba fortalecer las capacidades de articulación entre los actores públicos y privados que participan activamente en la planificación, gestión, desarrollo y uso del borde costero de la Región de Coquimbo.
El Laucha, que es la cuarta generación de buzos y pescadores en La Herradura tiene una misión de vida, conservar la bahía que vio nacer a sus tatarabuelos y a su hijo de 15 años “Los Herradureños somos una etnia de pescadores artesanales muy antigua, nosotros queremos trabajar en conjunto con las autoridades y biólogos marinos para respetar esto, nuestra casa”. Afirma con brío que la fauna marina de Bahía La Herradura es un patrimonio que debe respetarse, protegerse y también utilizarse para el beneficio de las personas nativas del sector, entregando herramientas para el procesamiento de las algas y para realizar un turismo respetuoso en el lugar, que promueva la observación de aves, trekking por las puntas de la bahía, buceo, surf de remo, windsurf, kayak y otros deportes acuáticos. Para Sergio, la playa entrega una forma distinta de ver la vida, por eso, en la actualidad es guía de travesías en surf con remo por la bahía, con esto, busca concientizar sobre el valor natural y cultural de ese lugar y así, invitar a las personas a respetar la naturaleza que existe antes de los seres humanos.