Redacción y fotografías: Vicente Ossandón
Como cada año, el sábado más cercano al 17 de junio se festeja el Día del Malabarismo. Esta conmemoración nace a raíz de que hace 75 años se creó la Asociación Internacional de Malabaristas en reconocimiento a todos aquellos que son parte de este movimiento. La celebración busca, además, la masificación de la práctica alrededor de todo el mundo.
Por esta razón, el equipo de #EsHoy se reunió y conversó con un par de malabaristas que, a pesar de tener la misma pasión, viven realidades muy distintas.
El arte por las calles
Es muy común en nuestra región ir en un vehículo o caminando por las calles y toparse a un malabarista ganándose el sueldo en una esquina.
Una de estas artistas urbanas es Renata, una joven de 20 años que se dedica al malabarismo y que utiliza sus ganancias para viajar y subsistir.
Su pasión nace en la época escolar, donde le agarró el gusto a la actividad. Desde entonces se ha especializado en las maniobras con diversos objetos.
“Empecé a los 16, me hice unas banderas para una actividad del colegio y en ese momento dije ya, esto me gusta. Después de eso empecé a entrenar, explorar otros juguetes y rutinas. Ahora ya me tiré al semáforo para sacar plata de lo que hago”.
Como toda actividad al aire libre y en estrecho contacto con las personas, existe un riesgo, y Renata no ha quedado exenta de este peligro.
“Me han tirado el auto encima, se me acercan viejos calientes… También una vez me dieron una moneda con algo pegajoso y al rato se me durmió la mano. Pero yo había cachao’ que el loco le había metido maldad”.
Su familia, dice, le advierte que se cuide y ande alerta. Del mismo modo, la apoyan en lo que más le gusta hacer.
“A mí me dicen que les gusta esto, pero más me dicen que me cuide. Igual me festejan, yo les muestro y me celebran lo que hago”.
Pensando en el futuro, la malabarista callejera cree que cualquier cosa puede pasar, pero le encantaría seguir en el camino de su verdadera pasión: el malabarismo.
“Por mí lo haría toda la vida, seguir explorando lo que es jugar con diversos juguetes, queda mucho por aprender”.
La destreza desde el mundo universitario
El Circo Minero de la Universidad de La Serena ofrece múltiples actividades del mundo circense, desde banderas hasta acrobacias.
Dentro de los talleres que se ofrecen dentro del circo universitario, está el malabarismo. Sobre esta categoría, las lecciones son todos los miércoles desde las 17:00 hrs. en el recinto ubicado en el campus Isabel Bongard de la ULS.
Uno de los aprendices que asiste al mencionado movimiento es Claudio Rodríguez, alumno de la carrera de Pedagogía en Castellano y Filosofía.
En este sentido, antes de entrar a la universidad, Claudio ya era consciente de que en ella existía un espacio para desarrollar su parte artística, por lo que apenas volvió a las clases presenciales, fue directamente a ser parte del Circo Minero, donde ha tenido una muy linda experiencia.
“Realmente es un ambiente en que todos están dispuestos a colaborar y a velar por el aprendizaje del otro. Es una red de apoyo mutuo, se siente la buena intención de colaborar y ser parte de un colectivo”.
El joven de 19 años tuvo su primer acercamiento una noche de toque de queda en el 2019. Desde aquel primer acercamiento, se ha ido transformando de algo que era para pasar el rato a ser lo que en verdad ama hacer.
“En ese entonces, el hacer malabares era más que nada para calmar el aburrimiento. No fue hasta el año 2020, cuando comenzó la cuarentena, que el malabarismo se transformó en una actividad más constante”.
Dice que de manera fortuita este arte llega a su vida y que: “Calmó mis ganas de desempeñarme en una disciplina. Con el paso del tiempo le he ido agarrando más cariño”.
En relación a lo que más le gusta de la actividad, Rodríguez expresa que esta le permite ser él mismo y lo hace dejarse llevar por el momento.
“Me gusta poder generar una instancia en la que me puedo permitir jugar, experimentar y crear intenciones y expresiones artísticas. Siento que el malabar es una actividad super completa para abordar muchas aristas de la personalidad de cada uno”.
Respecto a los beneficios que le ha traído el entrenar esta disciplina, el estudiante de pedagogía menciona que algunos han sido inesperados.
“Son bienes que no solo podemos ver en áreas cercanas al mundo circense, sino que también en el quehacer cotidiano. Esto implica un desarrollo en la coordinación, en el manejo del espacio y del tiempo. Con ésta práctica uno se vuelve más consciente con la realidad”.
A modo de cierre, el malabarista universitario invita a todos a que se motiven y permitan practicar el malabarismo, ya que afirma que es una actividad muy rica en aprendizaje, en valores y beneficios.
“Como dije anteriormente, lo que se aprenda no estará ligado solamente al área del mundo circense, sino que podrán aplicarla en la vida cotidiana de cada uno”.