Constanza Espinosa H. | Abogada en Derecho de Medio Ambiente
Cada 22 de marzo se conmemora el Día Internacional del Agua, fecha que tiene como objetivo principal generar conciencia sobre la gran importancia de este elemento. No sé si existen muchos motivos para celebrar, en particular a las personas que viven en áreas rurales del país y principalmente de nuestra Región de Coquimbo.
No es novedad decir que estamos enfrentando una crisis hídrica histórica, que se viene arrastrando durante los últimos años y que está afectando a más del 40% de la población mundial, en las Provincias de Elqui, Choapa y Limarí hemos visto los efectos que ha tenido en la pequeña y mediana agricultura y en los campesinos y campesinas que son la base de la producción nacional.
He escuchado diversos testimonios de crianceros que lamentan la muerte de sus animales en las comuna más afectadas de la región por no tener alimento, el cual es escaso precisamente por la falta de agua para poder cultivar. A lo anterior, debemos sumar que aún existe gente que no tiene agua para satisfacer sus necesidades básicas, situación que se agudizó en el contexto sanitario actual.
Debemos tener presente que la gestión del agua no debe restringirse a su condición de bien económico e insumo productivo, sino que debe ser protegida y administrada como un bien esencial para la sobrevivencia humana, de las demás especies y sus ecosistemas. Asimismo, debemos considerar que gracias a este elemento fomentamos la cultura, la calidad de vida y el desarrollo social.
Es hora de reconocer que la Región de Coquimbo enfrenta una crisis hídrica sin precedentes, pues esta zona ha disminuido drásticamente sus precipitaciones anuales, influyendo en caudales de ríos, quebradas y esteros, hasta quizá llegar a convertirse en un desierto árido.
Esta falta de agua, intensificará la crisis migratoria interna, vale decir, aquella que se da desde las comunidades rurales de las zonas precordilleranas de la región, ya que las fuentes que abastecen los comités de agua potable rural, son principalmente superficiales. Por esta razón, las comunidades se han visto obligadas a dejar sus hogares y vender sus animales, para trasladarse a localidades donde puedan ser abastecidos por medio de camiones aljibe.
Esta crisis migratoria interna, podría convertirse rápidamente en una crisis humanitaria de no tomar las medidas necesarias para la adaptación al avance del desierto. Debemos tener presente que, en comunas como Canela, el 90% de la población no tiene acceso al rio, por lo que las personas deben ser abastecidas por medio de camiones aljibe. La situación refleja una realidad dramática, considerando que embalses como “El Bato”, ubicado en el río Illapel a 32 kilómetros de la ciudad de Illapel, tiene 8% de su capacidad, y se espera que la comuna se quede sin agua a finales del mes de marzo del presente año.
En el caso del embalse “Corrales”, ubicado a 30 kilómetros de Salamanca, tiene un 13% de su capacidad. La situación se repite en la Provincia del Limarí, donde embalses como “Cogotí”, ubicado a 19 kilómetros de Combarbalá, tiene sólo el 3% de su capacidad, lo mismo se repite en el embalse “La Paloma” que tiene un 18% de su capacidad. Actualmente, tenemos 15 comunas con decreto de escasez hídrica, estas son: Andacollo, Coquimbo, La Higuera, La Serena, Paihuano y Vicuña (Provincia Elqui); Combarbalá, Monte Patria, Ovalle, Punitaqui y Río Hurtado (Provincia Limarí); Canela, Illapel, Los Vilos y Salamanca (Provincia Choapa).
La actual sequía y escasez ha provocado que en ciertas localidades de la provincia del Choapa se vean imposibilitadas de abrir escuelas y centros asistenciales. Además, muchos comités de la región se han visto obligados a suspender sus servicios, lo que vulnera el derecho humano al agua consagrado por la Naciones Unidas y reconocido por la Corte Suprema de nuestro país, que lo define tanto en cantidad (100 litros diarios por persona), como en la continuidad del servicio y la calidad de agua proveída.
Esta problemática denota una evidente falta de regulación en el uso del recurso hídrico, ya que se ha potenciando el cultivo inapropiado para la zona, no siendo eficientes y sustentables en la utilización y disposición del agua, de esta manera, se han plantado frutos tropicales, que requieren grandes cantidades de agua, en zonas semidesérticas.
En este contexto, es necesario recordar lo planteado por el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) de la Universidad de Chile: “En Chile hay sequía y escasez hídrica en algunas zonas. La diferencia es que la sequía es un fenómeno meteorológico, mientras que la escasez hídrica depende de las decisiones que se tomen respecto del uso del agua”. Por lo tanto, para determinar si una zona es afectada por escasez hídrica, es necesario conocer el funcionamiento de los principales procesos hidrológicos que ocurren a nivel de las cuencas, y cuantificar la oferta y la demanda de agua dulce.
Por esta razón, este centro científico recomienda que además de los criterios usados actualmente, para decretar escasez hídrica en una zona, la normativa debería incluir indicadores de uso y demanda, la incorporación de estos índices permitiría un diagnóstico que facilitará la toma de decisiones sobre el uso del agua.
Debemos tener presente que, en la Región de Coquimbo existen más derechos de agua que agua disponible (subterránea y/o superficial), debido a que continuamos con la estructura establecida en 1981, momento en el que la cantidad de agua disponible era muy distinta a la realidad actual, por esta razón una mayor regulación del uso del recurso hídrico es esencial para potenciar una cultura sustentable en esta materia.
En resumen, la escasez no se debe únicamente a la sequía producto del cambio climático, sino que también a la falta de políticas públicas y regulación de este recurso, forzando una transformación de la vida cotidiana y creando un paisaje desolador.
Se debe garantizar la gestión integral de aguas con participación igualitaria y efectiva. De igual manera, como ciudadanía tenemos la responsabilidad de aprender a vivir con menos agua como lo han advertido las autoridades y empresas sanitarias, pero no se nos puede atribuir la responsabilidad de solucionar la escasez que causa un modelo que está obsoleto.
Son muchos los desafíos ambientales que enfrentamos como sociedad, y todos cumplimos un rol importante en la protección de este elemento esencial para nuestra vida y la del medio ambiente. Debemos pensar en el futuro y trabajar juntos por el planeta que queremos, generar acciones y políticas públicas encaminadas hacia la gestión integrada de los recursos hídricos que permitan su uso sustentable, garantizando su disponibilidad para las generaciones futuras.
Tomémonos un tiempo para reflexionar qué tan lejos o cerca estamos de otros países que pudieron conseguir un buen manejo del agua y qué tan dispuestos estamos de hacerlo.