Andrea Papadatos Tassar, Arquitecta y Licenciada en Arquitectura | Fundadora ONG Arquitectura Sin Fronteras-Chile
Aún recuerdo una clase de quinto básico, donde el profesor nos enseñó debajo de un tamarugo, en pleno desierto de Atacama, el agradable microclima y el mini ecosistema formado por pequeños y escurridizos animalitos, que generaba bajo sus ramas este árbol maravilloso. La diferencia de temperatura que había allí con respecto a estar bajo el implacable Sol, fueron medidas mediante termómetro con bulbo seco y otro húmedo que el profesor anotó en una libreta con espiral. Unos pocos minutos para que quedara grabado en mi mente y piel, aspectos básicos de contenido ecológico, pocas palabras, algunos cálculos, harto viento y las sonrisas de los compañeros. Luego el cocaví y el chapuzón en el “pozo” de fierro de Canchones.
La pandemia si bien nos ha encerrado en nuestras casas a estudiar y trabajar, ha puesto en evidencia que muchos asuntos pueden continuar sucediendo a distancia, entre ellos el aprendizaje de materias que no salen de lo teórico o la comunicación puramente verbal y que podemos abordarlas desde la pantalla de nuestros hogares; tal es así, que algunas clases ahora ganan adeptos desde cualquier parte del mundo. En este sentido, se refuerza el hecho que la tecnología ayuda a romper barreras de locación e incluso socio-económicas, así también, nuevas actividades con fines de lucro y por altruismo florecen a distancia por igual.
Al mismo tiempo, el intercambio de ideas a nivel global entre los pueblos sobre asuntos de justicia social y el despertar ecológico, que se vienen fraguando desde la revolución de las comunicaciones uno -a partir de los 90´s- y desde los 70´s el otro -a un nivel académico inicialmente- ha ido concretando un sentido común de justicia global que incluye a los animales y que estalló no sólo en nuestro país a fines de 2019; todo esto no ha sido erradicado por la pandemia sino más bien le está dando en un nivel no menos importante, un curso más pacífico y reflexivo.
Uno de los mejores ejemplos en el desarrollo del conocimiento, fue en la antigüedad la Academia Ateniense, antecesora de las modernas universidades y fundada por Platón, donde se desarrolló de manera excepcional el conocimiento en un ambiente democrático e intercultural, donde existía el debate y la contraposición de nuevas y antiguas ideas junto con el ejercicio práctico como parte del esplendor filosófico, artístico, científico y cultural.
Desde ese breve ejemplo podemos hacer una distinción que, más allá de ayudarnos a recuperar los espacios educativos perdidos por la pandemia, nos puede regalar la excelente oportunidad de transformar la manera en que se imparte la educación actual, convertida profundamente en un asunto sedentario, nada democrático ni proactivo. Esta debiera ser la oportunidad de abolir la corriente que ha relegado el conocimiento empírico a una especie de servidumbre anecdótica con respecto al conocimiento teórico. Según lo anterior, debiéramos partir por la priorización del uso de los espacios educativos desde esta reconquista y no por ejemplo, en la priorización de algunas materias sobre otras, o desde el hecho de creer a pie juntillas que la higienización militarizada (uso continuo de desinfectantes y limpiadores, más rutinas y controles estrictos) puede ser la panacea que consiga el menor riesgo sanitario; ya se ha visto en los medios de prensa estos últimos días, que esto no está deteniendo los contagios en países con mayor poder económico, tanto para adquirir como para aplicar sistemáticamente este tipo de medidas; se debe ir más allá.
Un cambio profundo en la manera de impartir la educación provocará cuestionarnos sobre asuntos establecidos, tales como la necesidad de separar a los alumnos en estrictos grupos etarios o la separación rigurosa del conocimiento por materias. Debiéramos poder integrar y compartir espacios y conocimientos, donde alumnos de distintas edades, por ejemplo, puedan coexistir y nutrirse de sus avances y limitaciones en un clima de respeto e inclusión, como ya viene gestándose en la educación “alternativa” o en ejemplos puntuales de éxito educacional como Finlandia.
No sólo las salas, sino también el uso alternado de canchas, gimnasios, auditorios, escenarios, anfiteatros, jardines, pueden adaptarse para acoger y dar mayor seguridad sanitaria a todos los usuarios de los recintos educacionales para desarrollar principalmente el conocimiento empírico, mientras que la casa acoja la parte puramente teórica de la educación.
La mirada entonces también recae sobre las viviendas, que ya forman parte obligada de la solución y que en este momento se han convertido en guarida, oficina y salones de clases al mismo tiempo; de esta forma, condiciones hogareñas tales como mobiliario, iluminación, conectividad, aislamiento acústico, etcétera, se han vuelto insuficientes para acoger estas actividades y no logran el confort mínimo necesario, poniendo en riesgo la salud física y mental de las personas. Al mismo tiempo, las actividades nuevas comerciales surgidas en el hogar, reafirman el hecho que, ante las crisis y cambios profundos, son las habilidades socio-emocionales en conjunto inseparable con el conocimiento, los que permiten la auto sostenibilidad y el cuidado personal, familiar y comunitario.
Por supuesto, quedan para algunas familias sobre todo en los países no desarrollados-, asuntos prácticos y de protección de la infancia que son difíciles de superar, especialmente cuando los padres trabajan fuera de casa, que recaen finalmente en el mayor uso de los espacios educativos. Es aquí donde se debe contar con un esfuerzo multidisciplinario para lograr soluciones concretas y novedosas, tales como la implementación de sistemas de uso rotativo, sectorización, etc. y en general, mucha flexibilidad y versatilidad de los espacios.
En seguridad sanitaria en la arquitectura educacional no contamos aún con ejemplos concretos locales ni foráneos, sino más bien unos pocos proyectos, teorías y propuestas sesgadas que van surgiendo e irán variando día a día en este contexto de pandemia, lo que nos exige ir más allá de sentarnos a esperar directrices impuestas por cada gobierno; sino también, asumir el deber de estar al tanto del acontecer global sobre el tema, que surge hoy espontáneo y que como creadores debemos ser capaces de adaptar a nuestra realidad. Para esto no sólo debemos recoger información de líderes mundiales en áreas tan diversas como la salud, educación, arquitectura, construcción, ingenierías, mobiliario, materiales innovadores, etc., sino también de rescatar propuestas de surgimiento espontáneo, populares, vernáculas y locales; tradicionales y nuevas. Es un hecho históricamente maravilloso poder contar con un nuevo lienzo donde crear desde cero.
Las organizaciones de la sociedad civil deberán ser agentes activos para proponer, gatillar, ejecutar y ejercer gran parte de los cambios y ser parte de los ejemplos; debemos retroalimentarnos, dejando para otro momento el camino personal, en un momento donde urge el trabajo multidisciplinario; tal como sucedió cuando surgieron las vanguardias y utopías de comienzos del siglo XX, donde la arquitectura modernista surgió como parte del cambio social, dando respuesta urgente a los cambios negativos de hacinamiento y sanidad provocados por la revolución industrial, lo que permitió en su momento redefinir o suprimir arquetipos tradicionales obsoletos y dar un uso provechoso y vanguardista a los nuevos materiales, crear nuevas propuestas en el uso y funcionamiento de los espacios para beneficio todas las personas, dando nueva forma al vivir, educar, sanar y trabajar; especialmente para la clase obrera y sus familias, base de la economía de los países.
La lista de soluciones sanitarias seguras es larga y dependerán su nivel y tipo de implementación, de las empresas o instituciones, de los recursos, de las condiciones previas de las construcciones, de los nuevos inventos y descubrimientos; como también de las recomendaciones y normas mínimas establecidas. Dispositivos de automatización, accesorios higiénicos, señalética preventiva, sanitización sistemática, barreras físicas, optimización en tecnología de la información, reciclaje de espacios, nuevos protocolos en la construcción, mejoras en ventilación e iluminación; elección de sistemas pasivos, mixtos o activos; accesorios higiénicos, etc., son algunos de los aspectos relevantes a revisar para cumplir los niveles de seguridad sanitaria determinados.
Concluyendo, podemos decir que estar al tanto e incorporar nuevas alternativas que resguarden la seguridad física, cognitiva y emocional de los usuarios de un edificio; dar un uso eficiente, armónico y sostenible a los recursos; y aprovechar esta instancia histórica de involucrarnos en el cambio hacia una sociedad más creativa, autosuficiente, activa y justa, debiese ser el nuevo paradigma a incorporar en nuestra actividad humana y profesional.
Nuestra ONG Arquitectura sin Fronteras, sociedad sin fines de lucro, fue fundada recientemente bajo el visto bueno, principios y lineamientos de Architecture Sans Frontières International. Ha dado sus primeros pasos: hemos participado en la canalización de recursos y parte de la organización de talleres de manualidades para niños y adolescentes vulnerables; también hemos confeccionado una pauta inicial de “Soluciones y recomendaciones para lugares de trabajo en tiempos de pandemia y pospandemia Covid-19” y hoy está abierta al desarrollo de proyectos que contribuyan a fundar y apoyar la auto sostenibilidad de las entidades sociales y comunidades más vulnerables.