Por: Vicente Olguín Nocera,

Educador Diferencial, Magíster en Educación

Jefe DAEM municipalidad de Paihuano

A estas alturas de la pandemia no cabe duda que el proceso de enseñanza, especialmente la rural, ha sido duramente golpeado, aunque mejor dicho, desafiado para una nueva sociedad inmersa en un nuevo contexto mundial.

El distanciamiento de seguridad que se ha debido tener para evitar la ampliación del contagio, ha marcado una forma de escuela que hoy es, remota, a través de plataformas, videollamadas, WhatsApp y  redes sociales. Los docentes han tenido que cambiar en un dos por tres, el pizarrón por una pantalla virtual, ello ha generado más de un estrés, las generaciones mayores  han tendido que dejar la resistencia y abrirse camino, algunos han sucumbido, las generaciones más jóvenes no contaban con toda la expertiz y manejo de las diversas plataformas o modalidades que entrega la inteligencia artificial, ya no era un concepto para el aula, era una realidad que forzadamente se debió asumir.

Así quedó de manifiesto las brechas digitales, no como un desafío a las políticas futuras, sino una iniquidad presente para responder a educandos en contextos de ruralidad que una vez más se distancian de las grandes metrópolis y hoy ello representa una grave amenaza al futuro de la sociedad.

Esta nueva instalación de las relaciones virtuales para el mundo de la educación ha dejado, a mi parecer,  tres grandes problemáticas para los estados: Capacitación para los profesionales del ámbito de la educación en el empoderamiento de la realidad virtual e inteligencia artificial; medidas de seguridad en resguardo de la vulneración de derechos, tanto de los educandos como de los docentes y  una pedagogía humanizada a través de nuevas las realidades virtuales con una ética ecológica. Estos aspectos deben ser tema de discusión en los diferentes sectores de la Nación y del Estado.

Este proceso de cambio que estamos viviendo, va generar una transformación radical de nuestra sociedad y de las relaciones entre los seres humanos, se deberá reconsiderar el curriculum nacional y la malla de formación docentes. Sabemos que el estado es lento en sus cambios, pero las comunidades deberán iniciar estos procesos y atender bajo diversas modalidades lo que llamábamos el aula. Se debe entender en este contexto, que aula debe ser todo espacio abierto al aprendizaje, revalorar el contacto con el territorio, fortalecer los espacios comunitarios y mayor vínculo con las familias para hacer construir entre todos este establecimiento.

La situación financiera del Estado deberá redirigir su presupuesto con el fin de no vulnerar el derecho a la educación y cubrir la brecha digital especialmente en los contextos rurales. Se ha anunciado la incorporación al 5G al desafío país, ello implicará mirar aquellas comunidades que en sus procesos educativos ni siquiera pueden contar con banda ancha o familias que han debido comprar bolsas de minutos para que sus hijos puedan cumplir con sus deberes de escuela. Como sociedad debemos abrirnos a espacios más solidarios, más fraternos más responsable de los otros y del medio ambiente, ya que la tecnología sin calidad humana solo nos segregará aún más y deshumanizará a nuestras comunidades.

Los tres aspectos que considero relevantes deben ser considerados en la malla de formación docentes en las diversas universidades de nuestro país y del continente, estos son: abrir las escuelas a la ciencia y tecnología no es un reto, se ha vuelto un imperativo ético para la nueva sociedad que surgirá después de la pandemia, que ha dicho de expertos nos acompañara aún el 2021 y que se quedará  de forma endémica. 

Los centros educacionales no podrán avanzar sin tecnología, la sociedad deberá considerar nuevos aprendizajes de ciberseguridad y una nueva forma de humanización, nos abriremos al diálogo interdisciplinario, respeto mutuo y valoración del medio ambiente y solo así tendremos futuro.