Por Felipe Rojas Jopia| Profesor de Filosofía y Religión, Bailarín.
“La contingencia no solo se trata de detectar y atacar los aspectos que afectan nuestra salud física, la mental también importa.”
Cierto es que, en medio de este tiempo de pandemia – cuarentena, el ser humano ha dejado en manifiesto un sinfín de necesidades y situaciones que, por el cotidiano y lo ajetreado del día a día, no salían a la luz o los dábamos por obvio. Más aún en el ambiente educativo, donde, profesionales dedicamos, aproximadamente, más de diez horas al día a nuestra labor formativa, no incluyendo, por cierto, el trabajo que nos llevamos a casa.
El estrés, el cansancio físico, las malas relaciones laborales, la sobrecarga de trabajo, hacen que nuestras capacidades como profesionales se vean afectadas, viéndose disminuido nuestro desempeño y nuestra calidad de vida. Es así, como los espacios para encausar el bienestar personal y grupal en nuestros lugares de trabajo, se hacen necesarios, más aún en el ámbito educativo, donde los resguardos a la salud mental de los profesionales de la educación son casi nulos.
¿Por qué hablar de esto hoy? Se preguntarán, sino le invito a que lo haga en este momento.
Y es que, la salud mental, ayer, hoy y luego de esta pandemia será clave y fundamental para el desarrollo de cualquier trabajo o carrera profesional, más aún en el área de educación, donde el Ministerio, exige que nosotros, los docentes sepamos desarrollar un proceso de contención emocional para les estudiantes. Y claro, es nuestra responsabilidad como educadores hacerlo, pues nuestra vocación nos invita a ello, pero … ¿Y a nosotres? ¿quién nos contiene emocionalmente? ¿Quién se preocupa por nuestras emociones? ¿Por ser adultos profesionales tenemos que saber manejarlas?
Dentro del organigrama del sistema educativo, son pocos los colegios, escuelas y liceos que poseen un profesional en el área de la salud mental (psicólogo(a), destinado especialmente para profesores, donde demuestran una preocupación por el bienestar emocional personal y grupal, generando así un buen clima laboral. O es que ¿olvidamos, acaso, que, dentro de la sala de profesores, aplica a veces la tan odiada Ley de la Selva?
Es tiempo de reivindicar nuestra labor como docentes, exigir esto como un derecho, para poder llevar un trabajo pleno, donde el, la (o le) profesional, se sienta valorado y respetado en su quehacer.
Históricamente se ha normalizado la labor docente casi como la de un robot, donde debemos “hacer la peg”, entregar conocimiento y, en lo posible, no vinculando emociones en el proceso, algo así como deshumanizar nuestra labor a nivel socio-emocional. Esta visión, claramente rompe todo tipo de esquema y paradigma en educación, pues debemos hacerlo en torno al amor, a la compasión, pues solo así nos hacemos más sensibles, más humanos frente a los problemas de nuestres estudiantes y compañeres de trabajo. O es que ¿acaso no desarrollamos un proceso de aprendizaje cuando socializamos con elles?
Es así como, todo profesional en el área de educación, necesita estabilidad emocional, necesita conocer cómo desarrollar habilidades blandas, cómo resolver conflictos o tan simple como una conversación de contención. Un(a-e) profesional de salud mental puede desarrollar proyectos, talleres a partir de las necesidades de los funcionarios, siendo un real aporte al clima laboral y vinculación de unos(as-es) con otros(as-es).
Es esa la educación que deseamos para mañana, una formación responsable, no tan solo con la de tus hijes, sino también con quienes día a días hacemos un esfuerzo por educar estudiantes críticos, conscientes de lo que sucede en nuestra realidad, libres y por, sobre todo, que tengan el control de sus emociones. Se responsables no solo involucra un tú, sino que también a Otro.